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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...

Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...

domingo, 25 de enero de 2015

El Pombero

El Pombero:

Si buscamos ahora con internet hay muchas definiciones del Pombero y otros duendes guaranies, así el Yasy yetare o dueño del sol, la Pora o fantasma de las higueras, el Lobizón, o perro hombre y unos cuantos más, a veces mezclado o confundidos....


Pero me referiré al Pombero que yo conocí, mejor dicho no conocí, al que me hicieron imaginar en épocas de niño.

Épocas de verano, todos los sobrinos y primos terminábamos deportados al campo, conformando así una alegre banda de unos seis o siete cachorros de diferentes sexos, pero todos más o menos en las mismas edades, las prioridades, bañarse en las lagunas, salir a buscar nidos, colmenas, cazar con nuestras hondas, correr y jugar sin mucho freno ya que lugar sobraba.

El día comenzaba temprano, pasábamos por la cocina y allí teníamos mate cocido con leche, una galleta y manteca, y de allí salir corriendo a ver como ordeñaban las vacas, y preguntar que había hoy, por allí tocaba baño de algún sector de hacienda y eso ya era un espectáculo, Si nada había entonces a correr por el monte en busca de nidos, colmenas o cazar algo, eso si cuando el Sol se acomodaba y estaba en el medio, a volver corriendo estaba la hora de comer y luego de andar corriendo por el monte el hambre se hacía presente.

Llegar al comedor requería un paso previo lavado de manos y caras, estar peinado y limpio, nos sentábamos y la rutina comenzaba con la sopa, un plato mas y algún postre, así llenos comenzábamos a ver qué hacíamos, pero allí venia el tema.

Alguna de las empleadas nos convocaba al dormitorio, y avisaba que tendríamos que dormir la siesta, el coro de protestas se hacía al instante, pero venia la explicación, a esta hora en el monte anda el Pombero, y si los encuentra los va a robar, y otra vez el coro de preguntas que es el Pombero, y la empleada recitaba lo que seguro escucho de chica y ya nos conto muchas veces. Es un enano que anda de sombrero en las siestas en los montes, si encuentra a alguien lo pierde, si ven sus pisadas o lo quieren seguir da vuelta al revés sus pies o pisa como zorro o perro, el puede cambiar los arboles de lugar y perder los senderos, así los va llevando al monte, o les hace aparecer algún pájaro herido y cuando lo siguen también los pierde, allí en el monte quedan abandonados donde nadie los va a encontrar, los llevara para el lapachal cerrado. (Monte de lapachos)

Y nuestra resistencia terminaba vencida, se bajaban las persianas de junco y en la penumbra gracias al Pombero comenzábamos a leer a Emilio Salgari y otros autores más de esas épocas, o sea debo agradecerle algunos sueños de niño.

La siesta terminaba a las cuatro (Parecía un toque de queda) y otra vez al monte, eso sí mirando el suelo ya que seguro imaginábamos veríamos alguna pisada de pie descalzo que de golpe pisaba al revés, o se transformaba en pisada de perro o zorro, cuidando de no contestar los silbidos del Crespín, (pájaro que silba largo y es ventrílocuo, el silbido viene de varios lados) ya que seguro nos contestaba y estaba de acuerdo con el Pombero.

Para las seis más o menos volvíamos y era la hora de las lagunas, a dejar allí en un baño previo la mugre que teníamos.

Luego la cena temprana y sentarse en la galería junto al farol a pedir a nuestro tío alguna historia, se sentaba, prendía un cigarro así nos contaba del lapachal en el monte, que allí no podíamos ir ya que había un cementerio guaraní, y no había que molestarlos; y volvía al ruedo el Pombero, y nos contaba que si él lo vio, que lo corrió a caballo con los perros pero los perros le tenían miedo, que se volvían; que se perdió en el monte y los cardos cerraron la picada y no lo pudo seguir mas, que tenía un sombrero grande de paja, que era muy peludo y de brazos muy largos, que los pájaros volaban a su alrededor, que además le dio temor y por las dudas incluso rezo; y para nosotros niños que nuestro tío hombre grande, bien plantado sobre su caballo con cuchillo y revolver a la cintura sienta miedo…. Le preguntábamos si era viejo, nos decía que no, que nunca envejecía que era eterno que llego siguiendo a los guaraníes, y que si alguna indiecita se quedaba en el monte él le hacia un hijo con solo mirarla, y el hijo nacía taú (loco en guaraní). Que desde la vez que lo corrió en el monte prefería no tener problemas y para hacerse amigo siempre le dejaba en una rama un cigarro, ya que se volvía loco por el tabaco. (De allí en más algunos cigarros del tío se perdieron en nuestras manos y quedaban como prenda de amistad en alguna rama del monte). Cuando veía que teníamos miedo nos decía que íbamos ir con él hasta la higuera del fondo, donde dormía el fantasma de la Pora, y con la cola entre las piernas lo seguimos, allí se reía y nos decía que no hay que tener miedo a nada, y si alguno preguntaba por el Pombero, cambiaba el tono y decía eso es otra cosa, a ese si de siesta ténganle temor.

Esa es la historia del Pombero que conozco, tal vez cambiada, tal vez no pero como toda leyenda seguro va cambiando, aun recuerdo cuando lo escucho nombrar esas largas siestas, Salgari y el olor del cigarro en las historias nocturnas .

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