Recuerdos de un viejo personajes de allá lejos...
Cuando éramos jóvenes lo veíamos en la ciudad
como un play boy, de un apellido destacado, alto bien plantado, siempre
de impecable traje o saco blanco de hilo, corbata o moño según el día, y
a veces alguna coqueta flor en el ojal haciendo juego con el pañuelo
con iniciales que asomaba del bolsillo.
Siempre manejaba un Packard 1942 Super Eight 160 Victoria, convertible
color blanco con asientos rojos en cuero de carpincho. Al manejar se
colocaba lentes oscuros, guantes y alguna fina pipa colgaba de su boca.
Ostentaba un título de abogado que pocas veces uso, ya que la profesión
no le daría tiempo ni el dinero suficiente para su ritmo y estilo de
vida.
Todo un picaflor por el que muchas damas suspiraban, repartía en ellas
sus atenciones pero sin dejarse capturar por ninguna, recuerdo que una
vez le preguntaron si era casado, respondió “Si algunas veces, no
recuerdo bien”
Cuando le preguntábamos por sus conquistas (que sabíamos eran bastantes)
solía responder “No es de caballeros hablar de esos temas” y de
inmediato cambiaba el tema de la charla.
A veces frecuentaba alguna confitería paqueta o el Club Social, donde
cómodamente sentado y con una copa de algún brebaje de buena marca y
calidad, solía en forma displicente encender un habano seguramente
cubano como mínimo, o liado por alguna liadora en exclusividad para él,
caso contrario jugaba en su mano alguna muy fina pipa inglesa.
Charlar con él era un gusto, podía saltar de un tema de cultura general a
otro y en todos los casos con mucha profundidad y fundamentos, se
definía políticamente como radical de Irigoyen, con un gran desprecio
por el peronismo y otras ideas que tildaba como totalitarias.
Como buen dandy, le gustaban las carreras de caballos, mentalmente
recordaba las características y performance de cada equino, este
“deporte hípico” como lo definía hacia que algunas veces viajase a
Buenos Aires donde se desplazaba con toda naturalidad por los salones
tanto de Palermo como San Isidro. Cuando se le preguntaba cómo le había
ido solía sonriendo contestar siempre “La vida es una sucesión de
mujeres muy rápidas y caballos muy lentos”
El nunca lo comento pero le atribuían en una reunión “hípica” en Buenos
Aires mientras departía con amigos unas copas, apareció allí una dama,
ya no de primer hervor, que notablemente ofrecía el contenido de su
vestido, luego de pasar por algunos grupos de caballeros se dirigió a
él, caballero como era, saludo con gran educación y de inmediato
solicito al mozo una copa para la dama, está ya medio achispada en forma
directa le habría dicho más o menos “En aquel grupo tengo un novio que
me ofrece una escapada a Uruguay, vos que me ofreces”, con todo el lujo
de su educación, y en forma galante le respondió “ Mire yo le ofrezco
que el hotel lo podemos pagar a medias, el taxi lo pago yo” . De allí en
mas poco se sabe, pero hay quienes dicen que la dama resigno un viaje a
Uruguay por viajar en un proletario taxi con un exquisito acompañante.
Supo en su momento ejercer alguna cátedra en uno de los colegios, algo
así como historia Argentina, y pongo “algo así” ya que se sentaba, se
ponía cómodo y comenzaba su clase, pero bastaba que alguien le pregunte
algo de otra materia y allí nomas comenzaba a navegar, su preferida era
literatura donde nos mostró que podía recitar el Mío Cid en castellano,
inglés e incluso en latín; en lo que era netamente historia tenía sus
banderas, era normal que se refiera al “Heroico señor General don” por
un lado y cuando se trataba del otro bando “el pobre perdulario y
delincuente” sin interesarle mucho lo que los libros decían de cada uno,
eso si podíamos estar horas sentados escuchándolo nunca podíamos
aburrirnos, su cultura era tal que nos dejaba callados.
Solo una vez recuerdo que un imprudente trato de hacerle un mal chiste,
pidió que hagamos silencio, se acercó al “perdulario” como él decía y
con voz tranquila le dijo algo como “Lo suyo es una falta de educación,
podría amonestarlo por ello, fuera del colegio lo desafiaría a pelear,
pero me contentare con sus disculpas” cosa que el en falta rojo de
vergüenza se apresuró a hacer.
Con los años, se lo veía menos, manejaba poco ya que debía usar anteojos
y para él era algo lamentable, agrego a su indumentaria algunos muy
finos bastones con tallas y apliques de plata que eran una obra de arte,
como así diferentes sombreros y finas gorras tweed cuya colección
compro en un viaje a Londres, pese a los años seguía demostrando una
elegancia envidiable.
Dicen que un día sentado en su galería pidió a su ama de llaves un té y
un vaso de una buen jarabe escoces, al rato la empleada fue a llevarle
más te y vio que el vaso estaba en el suelo, se había ido.
Algo habría sabido sembrar ya que pocas veces un pueblo entero despidió a
alguien, de sus cosas una parte las dejo a su vieja ama de llaves,
otras a su jardinero y su inmensa biblioteca al colegio del que como
decía “para no aburrirse” fue profesor. Cuentan que pese a los años
donde descansa siempre algún clavel aparece, seguramente dejado por
alguna de las damas que lo frecuentaron.
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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
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