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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...

Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...

sábado, 30 de septiembre de 2017

El arsenal de Santa Catalina


Como ya relate, flamante Alférez, llegado a la Quiaca al E21 allá por febrero de 1971 recién casado, el primer día luego de presentarme el J Un me comunico que me había designado Jefe de Santa Catalina,

así que allí partí, con un camión 1114 unos pocos muebles perdidos en su caja, mi flamante esposa y mis incógnitas y dudas sobre mis méritos para ir a parar allí.

Con bastante frescura cuando pregunte si había allí alguna vivienda o lugar para alquilar el J Un me había dicho que no sabía, pero que el encargado Sarg Salas se habría ocupado de conseguirme algo, que confiaba que yo me arreglaría. El fin venia de otra unidad donde las cosas eran un poco diferentes pero tampoco había mucha solución.

Cuando llegamos y vi la población más me convencí que mis méritos no tenían mucho que ver, había sido en Formosa jefe de una Sección de más de 40 hombres (Herradura) con dos grupos, y en Catalina tenía un Sargento de encargado Salas, el Cabo Rols, y cinco Gendarmes uno de ellos radio operador.

Salas muy atento me explico que no existían viviendas en la población para alquilar, pero que justo ese día estaba de paso el sacerdote de la Quiaca, que él le había preguntado si no podía alquilar parte de la casa parroquial que era bastante grande, partimos entonces para la casa parroquial y creo que el sacerdote ante la vista del camión cargado, mi esposa y mi cara de necesitado hicieron el milagro.

Me cedía la casa parroquial, sin cobro, debía mantenerla y dejar una pieza que daba a una esquina libre ya que allí cuando el venia una vez al mes la usaría para cambiarse, quedamos de acuerdo incluso que ese día seria siempre mi invitado a almorzar.

Un caserón inmenso con una gran pieza al ingreso, luego una más chica de casi 8 x 8 que oficiaría de dormitorio y otra del mismo tamaño como cocina comedor, una despensa o pieza de guardar cosas de unos 6 x 6, y un baño interno y uno externo, más un patio y la pieza que cerramos donde se alojaría el sacerdote que tendría unos 8 x 10 donde colocamos una cama, una mesa de luz y pude ver una inmensa biblioteca de libros encuadernados en cuero, que cuando pregunte que eran me explico que los antiguos registros de nacimientos y sucesos de la población que en épocas anteriores los mantenía y llevaba la iglesia.

La vida en Catalina era monótona, a las 0730 partía a la Sec para ordenar el izamiento de la bandera, luego se hacia las tareas normales hasta las 1200 que se salía para almorzar, volvía a casa, almorzaba con mi esposa y si el clima lo permitía nos sentábamos al sol en los escalones de la casa sobre la calle siempre vacía de todo, a las 1530 volvía a la Sec hasta las 1830 que se daban por terminadas las actividades.

En Catalina teníamos luz solo unas cuatro horas por la noche, siempre fui fanático por la lectura de tal forma que usaba ese tiempo para leer, creo que llegue a leer hasta el último reglamento y libro que conseguí en la Sección, aprovechaba además al máximo el tiempo para salir al terreno reconocerlo y visitar pobladores.

En una de las visitas del Sacerdote, mientras almorzábamos vio una pila de libros y me pregunto si los leía, le explique que ya los había leído, que estaba por comenzar a darles una segunda vuelta, me hablo sobre la biblioteca parroquial y me comento que había algunos volúmenes que si me interesaban me los facilitaría, que correspondían a las épocas de la independencia, según el tenían partes y pasajes más que interesantes. Lógico ávido por leer acepte el ofrecimiento y ese día me paso unos 30 tomos que cubrían más o menos desde el año 1790 hasta el 1830.

Me tome la rutina de comenzar todas las horas de luz antes de acostarme de leer libro por libro, la mayoría en castellano antiguo muy parecido al portugués, en letra manuscrita casi dibujada, escritos sobre papel grueso, amarillento, cosidos con soga y tapas de cuero duro allí estaban las fiestas del pueblo, los nacimientos casamientos, robos, condenas algunas ejecuciones, el paso de caravanas de mulas y de caravanas de esclavos, de donde venían y a donde se dirigían casi no se registraba, solo se registraba su paso por la población que por lo visto oficiaba de posta. En si una lectura tediosa (pero no tenía otra).

El tema comenzó a animarse cuando me aproximaba a mediados de 1810, allí constaba en movimientos de algunas tropas de la Corona, idas y venidas, luego en septiembre de 1811 citaba textualmente la llegada de restos o parte de un ejército patriota huyendo del Alto Perú, y allí viene lo más interesante, el fallecimiento de unos 20 heridos y el enterrar en el cementerio parte del armamento, si mal no recuerdo decía más o menos: Que envueltos en tres cueros de buey se colocan dos piezas de 6 pulgadas, diez fusiles de 75, e implementos. Dichos elementos se entierran y se coloca una cruz.

Encontrar eso y esperar al cura para comentarlo fue interesante, cuando llego le hice ver lo encontrado, me comento que él lo había leído, pero quería otra opinión, charlamos un rato y fuimos a ver al intendente Sarg Ay (R ) de GNA Andrade, nos comentó que el sabia del paso de una columna del ejercito huyendo de una derrota en el Alto Perú por algunos registros, que incluso existía la leyenda que en calabozo o cárcel de Santa Catalina cercano a la iglesia habían muerto algunos patriotas encerrados por los realistas cuando ocuparon el pueblo (En esa época la cárcel aun tenia viejos grilletes amurados a las paredes).

El intendente confirmo que el cementerio era el mismo desde la creación del pueblo, así que acompañados por el sepulturero partimos hacia él.
La zona más vieja era la Norte según pudimos ver, en un perímetro de unos 20 x 20 mts debería estar el arsenal enterrado.

Determinado eso nos pusimos a charlar si se podría recuperar suponiendo que estuviera, ya que indudablemente cuando ocuparon el pueblo los realistas el mismo que registró el tema pudo haberlo desenterrado, o también alguno de los muchos curas que por esa época pasaron y tenían acceso a los registros, además suponiendo que estuviese deberíamos remover unas cuantas tumbas cosa que a la gente del pueblo podría según sus creencias no agradarles.

Resultado no buscamos, si el arsenal estaba seguramente aún está allí en sus cueros de buey y si nadie retiro los registros parroquiales de Santa Catalina allí en el libro del año 1811, en el mes de septiembre aún podrían leerse sobre el arsenal.

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