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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...

Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...

lunes, 9 de octubre de 2017

El CHAJÁ

Según cuentos de los antiguos, allá en las épocas que los dioses caminaban a veces entre los hombres en la Tierra sin Mal, cerca de un poblado al costado de un camino perdido en la arena había un viejo y humilde rancho.


En ese rancho supo vivir una buena mujer de mucha edad que tenía dos hijos, un varón y una mujer, como toda madre se sacrificó por dar lo mejor a sus hijos, todo lo que pedían era para ellos, crecían entre lujos pidiendo siempre más mientras la madre se secaba poco a poco trabajando cada día más.

Los hermanos cada día se mostraban más despectivos con su madre, exigiéndole más de lo que ella podía, cuando su madre a veces no satisfacía sus pedidos sus voces se alzaban en gritos e insultos a la pobre anciana, amenazando con que se irían y la dejarían sola, uno gritaba vamos, vamos y el otro le contestaba vamos, ante la desesperación de la anciana, que lloraba e imploraba a Dios por su sufrimiento.

En las fiestas del pueblo los hermanos siempre se destacaban concurrían vestidos del mismo color y luciendo en los cuellos unos collares oscuros de frutos de carozos de murucuyá que la madre tallaba durante días y días, botas de cuero rojizo sobado a mano también por la pobre anciana. Nunca decían su nombre ni su apellido ya que sentían vergüenza de decir que eran hijos de esa humilde mujer.

Una tarde de mucho calor los hermanos se estaban bañando para ir a una fiesta, habían llenado una tina con agua que la madre acarreaba bajo el sol desde una laguna cercana, en ese momento sintieron que alguien golpeaba en la cerca las manos, muy molesta la hermana salió del agua y fue a ver quién era.

En la cerca bajo un sol que quebraba la tierra había un hombre muy anciano, vestido de andrajos al que acompañaba un raquítico perro que se echaba a su sombre, cuando la mujer de malos modos le pregunto qué quería el en forma muy humilde le dijo que solo una jarra de agua para él y su perro.

Entro la mujer al rancho y riéndose le comento a su hermano que un pordiosero venía a molestar pidiendo agua para él y su perro, que a punto estuvo de echarlo pero se le había ocurrido algo mejor, tomo un jarro sucio y lo lleno con agua de jabón de la tina de baño y con él se dirigió a la entrada.

En la cerca se acercó al anciano y le dijo “toma un poco de agua fresca yo la busque para vos” mientras ella reía, el anciano tomo el recipiente, mito en su interior y la mujer vio como en ese momento el agua turbia y sucia se volvía clara, el anciano incluso dio de beber a su perro y luego bebió el, sonriendo le dijo “gracias, nunca se niega el agua fresca, Tupa (Dios) te lo pagara” y se alejó.

Un poco asustada la mujer volvió al rancho cuando vio salir de el a su hermano corriendo y cubriéndose de pluma, y al mirar su cuerpo noto lo mismo, allí se transformaron los dos en aves de plumas color gris de agua de jabón, con un collar negro en los cuellos y patas del color de botas rojas, el hermano levanto vuelo y en guaraní la llamo diciéndole Yaja, yaja (ósea vamos, vamos).

Tupa el Dios que ese día caminaba entre los hombres a media siesta acompañado con su perro, había sentido el sufrimiento de la madre de los hermanos, para probar si eran tan ruines les pidió solo un poco de agua fresca, lo que nunca se niega a ningún viajero, al ver el agua sucia, la transformo en pura y fresca; comprendiendo la maldad de los hermanos los castigo transformándolos en esas aves que siempre en pareja están al costado de los esteros, gritando el vamos, vamos en guaraní.

Dicen las mismas leyendas que aun hoy Tupa suele caminar entre los hombres y premia y castiga a cada uno según sus actos. Pero como todo solo viejas leyendas de aquella Tierra sin Mal la que habito la antigua raza, donde aún la luna baila en las noches con los sauzales al borde del ancho rio y eso es ya una leyenda más.

El Chaja, aclaremos es un ave muy beneficiosa, ya que limpia los campos de plagas, difícilmente en su zona se encuentre víboras, y si hay alguna la denuncia con sus gritos, la llaman también ave del amor, ya que la pareja se conforma de por vida, al morir uno el otro lo hace al poco tiempo de tristeza. Son sumamente cariñosos con sus pichones, y llegan a adoptar incluso pichones de otras aves.

http://www.folkloredelnorte.com.ar/biologia/chaja.htm

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