Pitogüe o simplemente Pitohe es el nombre que le
dan en guaraní al Benteveo, también apodado Bienteveo, Pitojuan,
Bienteví o Bichofeo.
La leyenda nos cuenta que, en un rancho destartalado, vivía una anciana
aborigen con sus cuatro hijas a quienes manejaba en forma tiránica. Sus
exigencias no tenían límites pero lo que ella hacía era poco y nada.
Cascarrabia y gritona, se pasaba dando órdenes. Las muchachas fueron
encontrando para sus compañeros pero ninguno de ellos aceptaba morar con
tal suegra, así que un tiempo después quedaría completamente sola .
Tenía la costumbre de fumar en cachimbo, y como era holgazana y cómoda,
pedía constantemente a alguna de sus hijas fuego para prender su tabaco:
"Che pito ogue" (mi pito se apagó), decía a los gritos y debían traerle
un tizón a la disparada. Ella quería tener las comodidades y atenciones
que su finado marido nunca pudo darle, exigiendo de las hijas todo el
esfuerzo sin tener los medios para un buen pasar. Su negra cabellera
sujeta con una vincha amarillenta por lo sucia y su vestido del mismo
color con un gastado rebozo sobre sus espaldas, les daban un aspecto de
vieja arpía cuya escoba voladora había sido reemplazada por su cachimbo.
Muy pronto, los yernos con sus respectivas esposas, no soportando más el
carácter autoritario y mandón de la suegra, aprovecharon el momento en
que dormía la siesta para abandonarla. Al despertarse gritó: "Che pito
ogue... Che pito ogue..." pero nadie acudió a su requerimiento. Enojada,
se levantó y se dio cuenta que estaba completamente sola. Entonces, su
enojo no tuvo límites y siguió gritando: "Che pito ogue...", enfurecida,
como si aún pudiera ser atendida.
Desesperada en su soledad, aprisionando su inseparable chachimbo entre
sus fuertes y largos dedos como si fuera un bastón de mando, salió fuera
de la casa, recorrió los alrededores y se metió en el monte cercano en
busca de sus hijas, siempre gritando lo mismo. Gruñendo y cada vez
rabiando más, sin darse cuenta que, en su furor, atropellaba cuanto
había en el camino sin importarle zarzales ni plantas espinosas que
desprendían jirones de su ropa y hasta desganaba su piel. Cansada, pero
sin dejar de marchar alocadamente, sintió un tirón en la cabeza al
herirse el cuero cabelludo en momentos en que sus piernas, vacilantes
ya, se enredaban en un "Ysypo" (liana), y cayó al suelo cuan larga era.
Una sensación de sequedad sintió en la garganta por el hambre, la sed y
sobre todo por la falta que le hacía su tabaco. Aún así, seguía
gritando: "Pitogüe...... Agotada, casi sin sentido, quedó tendida en el
yuyal y Tupá, compadecido por su pobre destino, la convirtió en el ave
que conocemos, despreciada por algunos y apreciada por otros, pero
hermosa al fin.
El Pitogüé construye su nido con pastos secos y alguno que otro pedazo
de trapo o lana que consigue, semejante, en su desorden y desprolijidad,
al rancho aquel habitado por la anciana. Generalmente está lleno de
"Mymÿi" (piojillos). Además, heredó los fuertes y largos dedos que
sostenían con firmeza el cachimbo de antaño, el agudo pico que es
réplica de la puntiaguda nariz y el plumaje con los colores del vestido
de la vieja, incluyendo la vincha amarillenta de la gruñona anciana.
Cuando anda solo, parece llamar a su pareja con un grave: "Cheee..." o
el característico: "Pitogüé..." repetido de tanto en tanto. Pero, cuando
de pronto se encuentran, arman un tal alboroto de gritos repetidos de:
"Pitogüé... pitogüé..." que parecen estar colmados de alegría festejando
el fin de una prolongada separación. Tal vez sea el recuerdo de la
ausencia de sus hijas que le produjo una sensación de soledad infinita
sufrida en aquellos tiempos.
Fuente: Portal Guaraní
Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
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