Se llamaba Braulio Salas, lo
llamaban Ñandubay, vaya saber cuándo y dónde había abierto los ojos a la luz en
la tierra guaraní aquel muchachón recio
y valiente que había entrado a la guerra como quien viene a un baile. Gurisito
nomas, había llegado un día a Mercedes desde el Paiubre. Venia sin nombre y sin
camisa. Lo único que llevaba encima y mucho era hambre; golpeaba puertas y
decía – Deme un cinco pues para comprar algo… - Algo que? Le pregunto el viejo
Salas – Y che Patrón… no ha de ser una casa…. Un pedazo pan nomas…
El cunumi hambriento había
ido a golpear una puerta que no estaba tachonada en lujos, pero detrás de ella latía
un corazón cristiano, el de don Braulio Salas, Viejo criollo, famoso domador
del pago en tiempos juveniles, que ahora se estaba sintiendo caer. Y vio cara
de hijo a aquel muchacho hambriento que se acercó a su rancho: - Queres
quedarte aquí?, comida tengo, techo también… a lo mejor vos andas sin casa….
-
Así es patrón - respondió el chico.
-
Si no te aburre la compañía de un viejo vas a
tener con quien hablar …y yo también….
Y el viejo Salas tuvo un
hijo y un hijo como él había soñado, sin achiques y sin dobleces, fuerte para
el trabajo y amigo de lo que a él le gustaba. El cunumi se hizo grande y entro
a medirse en las domas. El viejo Salas lo seguía de cerca.
Aferrado al potro hasta
dejarlo manso, - Dale Braulio, lo tenes muchacho. Cha digo es más duro que
Ñandubay. Este me va a tapar la fama, decía orgulloso el viejo.
Y le tapo la fama, lo que el
viejo le ensenaba el muchacho lo multiplicaba por diez. De leguas traían los
caballos más rebeldes para que el entre caricias y doma los dejase como seda. Y
aprendió otra ciencia gaucha, el rastreo. Hasta en el estero donde el agua lava
las pisadas Ñandubay encontraba los rastros.
-
Por aquí pasaron tres, y de a caballo, el de
la izquierda no es caballo criollo… es más grande y más pesado. –Y de dónde
sacas eso? Preguntaba el viejo para ponerlo en apuros. – Está escrito en el
barro, y no hace tres horas que pasaron, en tres horas el pasto fresco se
levanta con el agua, y este todavía esta aplastado.
Se le alegraba la vejez al
viejo Braulio viendo lo bueno que le había salido el guri. Por eso un día
cuando sintió que la vida le decía basta, le dejo al muchacho todo lo que
tenía, un apero, dos mantas, una pava ahumada, un tirador de cuero crudo y un
nombre: Braulio Salas.
-
Úsalo vos muchacho le dijo, no tiene campos
alambrados, ni papeles de herencia, pero está limpio.
Y se volvió a quedar solo en
la vida, pero ya no era un guri con hambre, era un mozo alto y fuerte, domador
y rastreador sin par. Ahora era Ñandubay como le decían, aguantador de dolores,
cansancios e inclemencias.
Un día vio pasar una tropa
formada, - Que es eso pregunto a un vecino? – Es el seis de infantería. Van a
la guerra. Le contestaron. Vio la bandera la bandera de su Patria flameando al
frente.
Aquella noche Ñandubay no
pudo dormir, se le poblaban los sueños de recuerdos que no eran suyos, pero que
estaban vivos en la voz del viejo Salas. – Cuando yo fui a la guerra con el
Coronel Berón de Astrada, allá por el 39, me toco el entrevero de Pago Largo.
Pucha que era fiero y era lindo, las balas menudeaban como granizo y cuando no
había balas había lanza… la muerte le pasaba a uno al lado y le hacía cosquillas.
Eran hazañas de héroes que
morían gritando – Viva la Patria, viva Corrientes. Y en la historia se
mezclaban nombres de jefes que le ponían el pecho a la muerte, Isidro Pucheta,
Juan Ocane, Tiburcio Rolon, Antonio Navarro.
También historias de aquel
abuelo del viejo, que había sido granadero, que cruzo los Andes y volvió
cansado y lleno de cicatrices con mil historias de hombres de coraje.
Y con ese calor en el pecho
Braulio al otro día se presentó a un capitán del Seis de Infantería – Yo quiero
anotarme en el regimiento capitán – Muy bien sé que vas a servir ya que dicen
que sos baqueano y rastreador. – Pero yo quiero ser soldado che capitán – y
claro que vas a ser soldado, - Pero con armas y peleando che capitán – Está
bien, cuantos años tenes? – Dieciocho o veintidós, no sé bien – No importa, sos
un hombre y basta, anótelo sargento.
Desde ese día Braulio Salas
alias Ñandubay que se metió en la guerra como quien va a un baile estuvo en
todas las batallas del bravo Seis de Infantería. En Yatai, en Uruguayana, Paso
de la Patria, Estero Bellaco, en Tuyuti, en Curupaiti y en todas salía delante
de cara al enemigo al grito de Viva la Patria, Viva Corrientes.
Muchos asombrados le decían,
pero Braulio, esos de la trinchera de
enfrente hablan tú mismo idioma, él sonreía y contestaba, no es el mismo, es
diferente, además tienen otra bandera y ellos invadieron Corrientes.
En un alto luego de Tuyuti,
el Mayor Bernal, lo mando a llamar,
-Mira Braulio esto está resuelto, te mando a Curuzu por un mes
nomas, - Pero si no me han muerto mi
Sargento Mayor, puedo seguir peleando. – Ya sé que no te han muerto, pero en
Urugayana te pegaron dos balazos en el hombro – Y se curaron solos mi Sargento
Mayor – Está bien pero en Estero Bellaco casi te sacan una oreja de un sablazo
– Tenia dos mi Sargento Mayor, la otra está sana – Ahora en Tuyuti te pegaron
un lanzazo en la espalda y quedaste tirado en el campo casi tres horas
perdiendo sangre – Pero mi Sargento Mayor, sangre es lo que me sobra. Bernal,
no encontrando salida, fingió enojo – Bueno basta, es una orden, mañana
temprano salís para Curuzu – Pego los tacos Ñandubay y salió cabizbajo de la
carpa.
Bernal como todo buen Jefe
conocía a sus hombres sabía que sacar de la guerra a Ñandubay era matarlo un
poco, comprendió el tremendo coraje que circulaba en sus venas y esa misma
noche luego de pensarlo lo llamo y revoco la orden, le ordeno que se quedaría,
pero sería por un tiempo solo estafeta a la zona de retaguardia. De mala gana
lo acepto Braulio.
Casi todos los días salía
con algún parte había la retaguardia, viajaba solo y a pie por el monte, él no
se perdía, a veces regresaba en plena noche cerrada.
Un día cuando llevaba un
parte lo sorprendió una patrulla enemiga, eran tres contra uno, pero el solo
los enfrento a sable nada más, salió airoso, pero quedo tirado en el estero con
un balazo en una pierna, así lo encontraron y lo llevaron al hospital de
campaña.
El sargento Mayor Bernal, se
hizo presente de inmediato y pregunto al médico – Es muy brava la herida?
Parece que el hombre se ha desmayado. – Perdió mucha sangre pero ya lo están
atendiendo.
-
Fíjese señor que es un caso raro, tiene una
herida enorme con orificio de entrada, y sin salida y que aunque he buscado
hasta el fondo con el bisturí, no le encuentro la bala. Pero Ñandubay había
vuelto en sí y escucho parte de la conversación, vio a Bernal y tratando de
incorporarse dijo. - Perdón mi Sargento
Mayor …. Se ve que me quede dormido. –
No cabo Salas, te hirieron y te desmayaste. Braulio lo miro otra vez medio
desconcertado – Ahora recuerdo mi Sargento Mayor, me pagaron un balazo y no
podía caminar. Bernal lo miro y le dijo – Bueno quédate quieto que el medico va
a buscar la bala en la herida. Braulio lo miro otra vez desconcertado – Que
bala mi Sargento Mayor?? – Y la de la herida cual crees?. Entonces Braulio señalando el
bolsillo de su chaquetilla dijo – La bala? Esta allí en el bolsillo. Bernal se
quedó mirándolo y pregunto – Como en el bolsillo?? – Y si mi sargento Mayor, no
me dejaba caminar y tenía que llevar su parte, así que me la saque escarbando
con la bayoneta.
Paso la guerra y se perdió
Braulio Salas, no se llevó medallas ni fue a buscar ascensos. Fue como muchos
de ese Taragui que tanta sangre valiente le dieron a los Ejércitos de la
Patria. Ñandubay lo llamaban. Domo potros y dolores y se tuteo con la gloria. Y
se abra ido a la muerte como vino a la vida, sin nombre y sin camisa.
Aclaración:
Pago Largo, batalla, en la cual la caballería Correntina muere en su totalidad
al no quererse rendir.
Recopilación de anécdotas de
Roberto Valenti Alba.
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