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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...

Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...

lunes, 22 de mayo de 2017

Viejas leyendas del Guaraní...

Lejos de mi intención ofender la memoria de quien fue un grande y además el padre de la Patria,  lo que  hago es solo especular sobre algunas leyendas pasadas de boca en boca y que por allí algunos “trasnochados historiadores”  tomaron como posible (Hugo Chumbita, Emilio Castello, Reyes Abadie, etc)  Pero pensemos que si todo los que luego escribiré es verdad, nada le quita, tal vez lo agrega aún más grandeza.

Allá por cerca del 1774  estaban establecidos en Yapeyu  el Capitán español Juan de San Martin y su esposa Doña Gregoria Matorras, el administraba los restos de lo que fueron las Misiones Jesuíticas de Yapeyu, ambos españoles de buena cepa. Durante cuatro años, los San Martín-Matorras habían vivido en Calera de las Vacas (hoy territorio uruguayo), donde nacieron sus primeros hijos: María Elena, el 18/08/1771; Manuel Tadeo, el 28/10/1772, y Juan Fermín Rafael, el 5/02/1774. A fines de ese año, don Juan fue nombrado teniente gobernador de Yapeyú, donde el matrimonio tuvo a sus dos últimos hijos: Justo Rufino, en febrero de 1776, y José Francisco, el futuro Libertador, en 1778.
Si venos algunos cuadros (pintados) de la época, aparentemente los San Martin eran de piel y cabello claros en su mayoría, de rasgos claramente europeos, solo José Francisco fue de piel morena y rasgos más americanos.
Según como dije “la leyenda” cuenta que allá por 1777 viajaba por la zona el marino y conquistador español Don Diego de Alvear y Ponce León, hombre de tremenda alcurnia y fortuna, que en ese entonces realizaba por encargo de la Corona tareas constantes entre las Misiones y Buenos Aires, en estos viajes una de sus postas donde quedaba siempre algunos días era justamente Yapeyu, lugar que disfrutaba de la compañía de sus connacionales los San Martin Matorras.
Sabido es que la raza guaraní de nuestras misiones los Aba, una rama de la gran familia guaraní que allá donde se pierden los siglos casi, desde el Caribe inicio su marca constante en la eterna búsqueda hacia la tierra sin mal, aquella a la que su Dios el Tupa les pidió encontraran, en su marcha solo sobrevivían los mejores y más fuertes, su historia fue hablada, se narraba por las noches junto al fuego de boca de los Arandu los ancianos sabios. Esta etnia produjo tremendos y fuertes guerreros, pero también tenia hermosas mujeres, dulces, “tan dulces como el aguai” (tomado de Anahi).

Dicen que el buen Capitán Alvear y Ponce de León, vio entre la gente de Yapeyu a una hermosa indiecita llamada Rosa Guaru, de la cual quedó prendado, de ese enamoramiento allá por el 1778 nació un niño, al que Alvear pidió a los San Martin que adoptaran como propio, este niño de piel morena poco se parecía a sus hermanos  de adopción.
Rosa Guaru vivió con su hijos solo tres años, luego los San Martin Matorras se radicaron en Buenos Aires y de allí volvieron a España  el niño se crio como español y sirvió a las banderas del Rey como militar, pero la sangre es la sangre y volvió a América.

Cuando ya en Buenos Aires se le encomienda la formación de un regimiento de caballería, hace un extraño pedido, nada menos que trescientos soldados de las Misiones, entre sus nombres encontramos Abacu, Aybi, Abaya ,Guayare (el heroico clarín), etc o sea no quedan dudas de los orígenes de estas tropas, y justamente uno de ellos el cacique Matias Abacu en 1813 firma para el Libertador una nota que dice ““la felicidad y el honor de conocerlo y saber que es nuestro paisano”.

Como al comienzo explique, leyendas, viejas historias que aun hoy en algunos lugares se siguen contando de boca en boca junto a algún nocturno fuego,  sobre el Libertador de América y una madre guaraní, la Rosa Guaru cuyo nombre quedo en la historia como su nodriza, pero que tal vez fue algo más y dio el toque justo de esa sangre guerrera que unida a la hispana nos pario un libertador.


Pero en fin viejas leyendas del Taragui.-

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