No hace mucho en los diarios apareció la noticia
sobre la detención de personas que habían robado 215 meteoritos,
(Unos
1500 Kg) estos meteoritos se encuentra normalmente en la zona de Campo
del Cielo, limite entre las Provincias del Chaco y Santiago del Estero,
resultado de una lluvia prehistórica de cuerpos celestes que asolo la
zona y dio lugar a un verdadero cataclismo en ese entonces.
En la época Española el meteorito más buscado fue el Mojón de Fierro, de
alto contenido de hierro y plata, uno de los mayores que por las
mediciones efectuadas en esas épocas cayo sobre la tierra.
El Meson de Fierro con su tamaño peso desde el siglo pasado se encuentra
desaparecido, las versiones, son varias, que fue enterrado por uno de
los buscadores al no pagar el Gobierno el premio establecido, que fue
fundido por partes por su contenido de plata, todo puede ser lo difícil
en esas épocas seria que fuese robado, ya que si consideramos su tamaño :
3,52 metros de largo, 1,85 de ancho y 1,19 de altura, y unas 41
toneladas con los medios de entonces difícilmente podría movérselo, solo
cortarlo (Tambien muy difícil) o fundirlo alli mismo.
Todo pudo ser, lo cierto que desde el siglo IXX tan magnífica y gigantesca pieza permanece perdida.
Les dejo uno de los escritos mas completos que encontré:
http://www.revisionistas.com.ar/?p=7112
Los primeros españoles que llegaron a Campo del Cielo escucharon estos
relatos a los meleros (buscadores de miel silvestre), además
comprobaron, en pequeñas batallas con los aborígenes, que ellos
remataban sus lanzas y flechas con trozos de metal. Dado que las rocas
más cercanas estaban a más de 500 kilómetros de la región y que los
naturales desconocían las técnicas metalúrgicas, el metal debía ser
fruto de alguna razón desconocida.
Estos enigmas motivaron a Gonzalo de Abreu, gobernador del Tucumán, a
organizar en 1576 una expedición desde el río Salado hacia el levante en
busca de una supuesta mina de hierro sin explotar. Comisionó entonces
al capitán Hernán Mexía de Mirabal, quien entre Julio y Agosto de ese
año, al atravesar la planicie de Otumpa vio un peñón de hierro que
afloraba de la superficie como un raro monumento. En sus alrededores
recogió muestras que luego fueron analizadas por herreros.
El sacerdote jesuita Martín Dobrizhoffer, en su Crónica Misional, cuenta
que escuchó en Santiago del Estero (antes de 1767) la versión de que “a
ochenta leguas de la ciudad, hacia el Chaco, existe en alguna parte una
mesa o un tronco de árbol que semeja al hierro, pero que bajo el
resplandor del Sol reluce como plata”.
En 1774 el militar español Bartolomé Francisco Maguna, al frente de una
guarnición de soldados y civiles, se movilizó desde Santiago del
Estero, y llegó hasta Campo del Cielo. Allí encontró una gran barra o
planchón al que denominó Mesón de Fierro, debido a su caprichosa forma.
Calculó que pesaba unas 25 toneladas. Dos años después repitió la
expedición y los fragmentos extraídos fueron analizados en Santiago del
Estero, Lima y Madrid.
Luego de Maguna, en 1779, llegó hasta el lugar Francisco de Ibarra.
Melchor Miguel Costas, miembro de esa expedición, tomó las medidas de la
masa: tenía 3,52 metros de largo, 1,85 de ancho y 1,19 de altura.
En 1783 se efectuó por orden del rey Carlos III de España la expedición
del capitán de fragata Miguel Rubín de Celis. Su objetivo fue precisar
si el Mesón de Fierro era la parte superior de una montaña de hierro
enterrada o, simplemente, se trataba de una piedra aislada.
La tropa, compuesta por 200 soldados y 500 reses, partió de Santiago del
Estero el 15 de enero. Al frente, 20 hombres eran los encargados de
detectar las aguadas que aprovisionarían de agua a los expedicionarios,
detrás de ellos iban los “gastadores”, un grupo de 50 hacheros que se
encargaba de “abrir el monte” para permitir el paso de las carretas y el
resto de la tropa.
Luego de un sinnúmero de inconvenientes, la noche del 15 de febrero, los
encontró a todos reunidos alrededor de “la mina”, situada a unas seis
leguas del Pozo de Otumpa.
El día 16 Rubín de Celis comenzó la distribución de los trabajos,
mandando gente a campear, otros a cavar pozos a distancia de sesenta
pasos de la mina y otros a cortar troncos para así formar un pequeño
fuerte, como también las enramadas para el abrigo de la gente. El resto
fue destinado a cavar alrededor del fierro y sacar trozos con cinceles y
martillos. Esta última tarea resultó ser ímproba, pues 4 hombres no
conseguían sacar más de un kilo y medio de metal por día, dañando además
todas las herramientas. Las pruebas realizadas con un crisol
confirmaron que estaban ante la presencia de hierro en estado casi puro.
Prosiguiendo con la cava se logró hacer un túnel por debajo del fierro,
comprobándose de esta manera que no existía una prolongación subterránea
del mismo. Finalmente con la utilización de palancas se logró darlo
vuelta, cayendo dentro del pozo que se había cavado junto a él. Esto
dio por tierra con la idea de que se trataba de una mina.
Se reinicia la búsqueda en Campo del Cielo
A partir de este reconocimiento muchos en Buenos Aires se preguntaron:
¿no será un meteorito la masa de hierro de las planicies de Otumpa?.
Tal suposición dio motivo, a una nueva expedición a Campo del Cielo, que
estuvo a cargo del coronel Diego Bravo de Rueda. El no pudo hallar al
Mesón de Fierro. Ya habían pasado veinte años desde que Rubín de Celis
lo hizo arrojar dentro de un pozo. Los sedimentos lo habían cubierto y
la vegetación creció sepultándolo definitivamente. En cambio pudo
hallar otra enorme masa de hierro de 900 kg que fue conocida como el
meteorito Runa Pocito . Con un fragmento del mismo Esteban de Luca
confeccionó, en el arsenal de Buenos Aires, unas preciadas pistolas de
arzón. Luego de permanecer durante mucho tiempo en el fuerte de Buenos
Aires, el preciado tesoro cósmico, fue donado al British Museum de
Londres.
Con el correr de los años se fueron encontrando en esta zona
innumerables piezas de distintos tamaños, entre las cuales se destaca el
meteorito El Toba de más de 4 toneladas, depositado en el Museo
Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” de la ciudad de
Buenos Aires.
El geólogo J. Nágera, en 1923, estudió una serie de depresiones a 15 km
al Sur de Gancedo, halladas por Manuel Santillán Suarez y concluyó que
las mismas correspondían a excavaciones practicadas por los indios de la
zona. Los estudios realizados tiempo después por L. J. Spencer
(1933), establecieron que se trataba de cráteres provocados por el
impacto de meteoritos.
Las investigaciones se reiniciaron en julio de 1961 con los trabajos del
Observatorio Geológico de Lamont, de la Universidad de Columbia
(U.S.A.), la Dirección Nacional de Geología y Minería de la Argentina y
el patrocinio de la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados
Unidos, con la finalidad específica de estudiar el fenómeno sideral. Se
efectuaron relevamientos de la zona con mapas geológicos y
geomagnéticos y, consiguientemente, se reinició la búsqueda del Mesón de
Fierro. Las campañas de investigación continuaron hasta 1969. De los
estudios efectuados se infiere que la lluvia meteóritica se habría
producido hace unos 5.800 años, en un ángulo suave de caída y con
orientación noreste. Hasta la fecha se ha verificado en Campo del Cielo
la existencia de más de 30 cráteres meteóriticos.
Quizás el hecho más importante haya sido el descubrimiento de un
meteorito de tamaño poco común, ubicado en el cráter llamado “Raúl
Gómez” en homenaje al poblador que orientó su rastreo. El 8 de Julio de
1980, en presencia de catedráticos, universitarios, periodistas y
estudiosos se extrajo un meteorito de 37.200 kg. La mole es la segunda
del mundo de origen extraterrestre. Puede ahora ser observada junto a
su cráter y es conocida como “Meteorito Chaco”.
Perdido el fragmento principal del meteorito, conocido con el nombre de
Mesón de Fierro, la provincia de Santiago del Estero estimuló la
búsqueda, acordando un premio por ley de 1873, al que volviera a
descubrirlo nuevamente. Dicho premio consistía en dos mil pesos fuertes
y diez leguas de tierra fiscal.
Para obtenerlo, y tener derecho a elegir las tierras así ganadas, el
descubridor debía entregar al gobierno de la provincia “una muestra del
fierro y un derrotero exacto que conduzca al punto en que él se
encuentra”.
Transcurrieron 64 años sin alternativas hasta que un hecho insólito vino
a dar notoriedad a esta ley obsoleta. El país se conmovió ante una
noticia de características extraordinarias: en Diciembre de 1936 todos
los diarios informaron que un ingeniero geofísico, Juan Baigorri Velar,
afirmaba haber inventado un aparato provocador de lluvias a voluntad.
El diario La Nación, por ejemplo, en su edición del 27 de Diciembre de
ese año, a tres columnas y con fotografía, comenta lo ocurrido y dice
así: “¿Cómo se logró hacer la lluvia en Santiago?. El Sr. Miatello, que
fiscalizó el experimento se declara entusiasmado con las pruebas del
Sr. Baigorri Velar. ¿Lluvia artificial?…. ¿Y por qué no? Nuestro
corresponsal en Santiago del Estero lo ha dicho: con la constancia del
milimetraje caído y de la duración de la precipitación. De regreso a
ésta el Ing. Hugo Miatello, jefe de Fomento Rural del F.C.C. Argentino,
que ha acompañado controlándolo en sus experimentos al geofísico de la
lluvia Juan Baigorri Velar, nos dice de los milímetros caídos en la
capital santiagueña, y varios otros pueblos, interrumpiendo los bailes
de Nochebuena. Fue una demostración espectacular, después de los
ensayos hechos en la campaña, para convencer a la capital de la
provincia donde el propio gobernador era el primero de los incrédulos.
¡Es que parece magia! Los ingleses, sin embargo, se preocupan por el
fenómeno. Del diario The Times han solicitado entrevistar al geofísico
Baigorri Velar”.
Y más adelante, sigue el comentario periodístico: “Ante todo ¿quién es
Baigorri Velar? Oigamos al Ing. Miatello: es argentino, hijo del
coronel Baigorri, el gran amigo del general Roca. Terminó sus estudios
de geofísica en la Universidad de Milán y viajó por Europa, Africa, Asia
y los Estados Unidos, actuando como técnico en petróleo”.
“Entre nosotros – prosigue el ingeniero Miatello – descubrió el Mesón de
Fierro, famoso meteorito caído en el límite entre el Chaco Austral y el
Chaco Santiagueño. Este meteorito define la línea limítrofe, pero no
fue hallado hasta los trabajos del Sr. Baigorri Velar, que lo localizó
mediante sus aparatos de geofísica que miden el potencial eléctrico y
determinan las condiciones electromagnéticas de la tierra”.
Efectivamente este geofísico, que como vemos tuvo destacada actividad en
aquella provincia, se presentó ante el gobernador, Dr. Pío Montenegro, a
fines de 1937 denunciándole haber descubierto el Mesón de Fierro y
reclamando por primera vez desde 1873 que se le acordara el premio
instituido por la ley que comento, produciendo ésto encontrados
comentarios en el gobierno y en la prensa local. Lo cierto es que en
esos días la legislatura provincial, en apresurada sesión, dictó la ley
Nº 1455 promulgada el 17 de Diciembre de 1937, cuyo artículo 1º dice:
“Derógase la ley de fecha 30 de Enero de 1873 que acordaba un premio al
que descubriese el Mesón de Fierro, existente en el Chaco. Art. 2º
Comuníquese al Poder Ejecutivo, etc”.
Interrogado el Ing. Baigorri Velar expresó: “que como se le negó el
premio que le correspondía por su descubrimiento del meteorito famoso,
volvió al sitio donde lo descubrió anterrado debajo de un árbol y luego
de haber extendido encima una capa de un material aislante que impide su
búsqueda con aparatos creados para tal fin, lo volvió a cubrir con
tierra”, agregando, “todavía ahora sabría el lugar donde se encuentra el
tan buscado y codiciado meteorito…..”
Ramón Tissera, historiador de la provincia del Chaco dice: “El Mesón de
Fierro se esfumó como un espejismo para el interés utilitario que había
encandilado y pasó a representar, en definitiva, hasta nuestros días, un
motivo de curiosidad o de especulación científica”
http://es.wikipedia.org/wiki/Mes%C3%B3n_de_Fierro_%28meteorito%29
Un hermano menor:
Un dibujo del mesón de hierro:
Un "pequeño":
Lugares de impacto en "campo del Cielo":
Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
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