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Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...

Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...

domingo, 11 de diciembre de 2016

Se enojó el Rojas...


Allá por los 70 y pico recale como Jefe de Puente Internacional y Migraciones del puente internacional la Quiaca - Villazon, se mantenía en ese entonces un tránsito contante, desde la Argentina grasa, aceites, alimentos etc y de Bolivia algunas verduras y el intento siempre de introducir coca en hojas. ..



Para ubicarnos, si parados en el Puente mirábamos hacia Bolivia teníamos a un costado derecho el Pauluk y el monolito del Gendarme Rojas colocado en el mismo lugar donde cayó asesinado, que no queda a la vista ya que se encuentra dentro de un cañadón de unos dos metros, que corría paralelo al camino internacional,

Por otro lado había cambiado la Jefatura de unidad, llegaba un nuevo Jefe, soltero y de poco sueño el Cte Pr Picollo, que luego de salir del Escuadrón se tomaba la costumbre de visitar casi todas las tardes el Puente Internacional.

En encargado del Puente Sarg Ay Ursagasti me informo que en una de sus visitas el Jefe de Escuadrón había llegado hasta el monolito del Rojas, que lo noto sucio, dejado y lleno de restos de basura, el encargado le explico que por ese cañadón de noche se largaban desde Bolivia caravanas de contrabandistas de hojas de coca (paseros), que pasaban corriendo cuando notaban que la guardia en el puente recorría otro lado, que por el cañadón desde el puente no se los podía ver, que indudablemente a la altura del monolito hacían un alto y dejaban allí lo que no les servía y volvían a correr por el cañadón.

No fueron aceptadas las explicaciones el jefe de Escuadrón ordeno mandar una fajina, limpiar el lugar, pintar el monolito, etc, cuando me informo la orden, no la discutí, solo me imagine que sería un esfuerzo vano.

Al otro día se realizaron todas las tareas, incluso se nivelo el suelo, se marcó el lugar con piedras blancas, en síntesis todo lo que se podía hacer, por la tarde paso el J Esc y aprobó lo que veía, recordando que no hacía falta que él ordene, que era una obligación moral mantener el lugar en condiciones por respeto al camarada caído, y dirigiéndose a Ursagasti, “Me extraña de usted, como hombre de la zona debe saber que no hay que hacer enojar el recuerdo de los muertos”

Poco duro lo bueno a los dos días fuimos a ver el monolito y esta vez no solo habían tirado las piedras, habían dejado restos de basura e incluso defecaron el lugar, así que volvimos a arreglar todo, para a los pocos días volver a encontrar un desastre cada vez mayor.
Para evitar sobresaltos informe lo que ocurría al J Esc que me despacho con un “No importa, si lo rompen cien veces lo arreglaremos otras cien, al final aprenderán” no me fui muy convencido de quien aprendería, pero comenzamos una larga secuencia de “yo arreglo –tu rompes – yo arreglo”.

Así las cosas hasta que una noche bastante cerrada, según relato el Jefe de Guardia Sarg Rosado de golpe el cañadón del Rojas se ilumino como de día, grandes luces rojas y verdes se desplazaban por el cañadón y el cielo, del interior del cañadón por los bordes brotaban paseros aterrorizados corriendo desesperados y a los gritos arrojando cargas y perdiéndose en la oscuridad.

Al otro día cuando fuimos a ver el lugar encontramos unos cuantos fardos de coca abandonados, polleras, ropas, hushutas (calzado de la zona) hasta parte de una dentadura postiza, los bordes del cañadón llenos de marcas de arañazos; y contra el monolito unos diez cartuchos de bengalas quemados colectados con un alambre a un detonador de tracción de minería.

Estábamos con el Sarg Ay Ursagasti y el Sarg Rosado en el lugar cuando el J Esc se hizo presente ya informado y pregunto algo así como “Que paso y quien es el responsable”, Ursagasti con su mejor cara de inocencia contesto “Vio mi Cte tenía razón parece que el Rojitas se enojó nomas”.

Se escribieron muchas hojas y se preguntó mucho pero nadie sabía y nadie había visto nada aparte de las luces.

Eso si luego del “Enojo del Rojitas” el menos en el tiempo que seguí en la Quiaca nunca más vimos huella alguna en el cañadón y nadie más defeco el monolito.

Cosas de fantasmas verdes que a veces se enojan.-

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