El Yatay Leyenda guaraní:
Según historias de los viejos Arandu, esas que se escuchan junto al fuego por las noches envueltas en humo de tabaco fuerte, Yatay era uno de los Arandu que guiaba a su pueblo guaraní hacia la tierra sin mal.
Alto y muy fuerte, de edad indefinida, decían que sus años no podían contarse, que seguía vivo y vital gracias a su adoración a Tupa; su astucia y capacidad de conducir a su pueblo lo hacia uno de los sabios mas consultados.
En la gran migración luego de haber pasado por guerras con otros pueblos, la marcha se continúo durante el invierno, recolectores y cazadores como eran sabían que los meses donde caen las hojas la comida es escasa y los animales se vuelven ariscos, esta situación sumada a los fuertes fríos comenzó a hacer mella en el espíritu del pueblo.
Reunidos los Arandu por la noche junto al fogón mayor todos buscaron el consejo de Yatay, este vaticino que debían seguir avanzando, que llegarían a tierras más cálidas y con mejores condiciones, que quedarse allí sería peor aún, los otros Arandu le hicieron escuchar el llanto de los niños que colgados a los pechos de sus madres sin leche lloraban ya de hambre, y seguramente pronto comenzarían a morir.
Yatay se mantuvo firme, dijo que a la mañana el encabezaría la marcha y que si en dos días no encontraban comida el daría de comer al pueblo.
La marcha comenzó y el terreno cada vez fue peor, arenales ya sin árboles, casi nada de leña para el fuego, ni animales ni frutas, así que volvieron los ancianos a reunirse y ya muy duramente acusaron a Yatay de fracasar, fue expulsado del pueblo y su pipa de comunicarse con Tupa (El Dios) fue rota, se le quito abrigo, comida y agua, así solo debió marcharse.
Cuando ya se perdía en la noche pidió que sigan la picada por donde él se alejaba, que como prometió allí alimentaria al pueblo, esto le valio ser golpeado y apedreado por las mujeres desesperadas por el hambre.
Al otro día apenas asomo el sol el pueblo que puso en marcha, entre el llanto de las madres que sabían que en un día mas sus hijos perecerían de hambre, aun en el suelo por el camino se veían las huellas de Yatay.
Casi con el sol al medio ya vencidos por el hambre hicieron un alto, y al mirar hacia adelante vieron un árbol que no conocían, era una alta palmera de tronco fuerte, de su copa brotaban entre las hojas grandes cachos de frutos maduros de penetrante olor, a sus pies comiendo los que caían estaban muchísimos animales.
Los cazadores consiguieron carne pero cuando las mujeres probaron los frutos sintieron una nueva energía y sus pechos se hincharon de alimento para sus hijos, esa leche tenía un fuerte gusto al fruto de la desconocida palmera.
Ya a salvo el pueblo los Arandu comenzaron a
caminar junto a la palmera, cuando con asombro vieron que las huellas de
Yatay llegaban hasta allí y se perdían en la palmera, allí se dieron
cuenta que el viejo Arandu cumplió su promesa, al segundo día alimento a
su pueblo transformándose el en esa nueva palmera que les daba comida.
El Yatay justamente se llena de frutas en agosto
cuando toda otra fruta escasea, así que alimenta a los animales y
hombres cuando nada hay para comer, sus hojas secas sirven para fuego
que si bien dura poco da excelente calor. Las vacas que comen sus frutas
dan leche con gusto a las frutas, e incluso el queso hecho con esa
leche mantiene el agradable sabor del Yatay.-
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