Campos de Corrientes allá por Colonia Tatagua,
pasaba unas vacaciones en el campo, mis reservas de tabaco habían sido
mal calculadas y veía que quedaría corto, así que consulte a mi suegra
si conocía quien podría hacerme algunos cigarros de tabaco criollo o
bahía que en esa época se sembraba en Corrientes, como para salir del
apuro...
Se me indico una de las empleadas que trabajaba en la cosecha de hojas
de tabaco, según mi suegra ella hacia antiguamente con otras mujeres
cigarros que se vendían en el ramos generales del campo, que comentaban
eran muy buenos, pero que hacia bastante que no venían a ofrecer así
que no sabría si estaban haciendo o si aceptaría hacerlos.
Por la tarde cuando terminaban las tareas de corte de hojas me fui
caminando hasta el rancho donde vivía esta mujer, no muy lejos, apenas
cruzando la calle de arena, lo que parecía fácil pero en verano no lo
era tanto; allí había un rancho medio ladeado y la encontré sentada en
un viejo taco de madera bajo la sombra de un decrepito mango desgranando
maíz para las gallinas, de una edad indefinida, pero de muchos años,
con la piel curtida por el sol, el pelo cubierto por el tradicional
pañuelo negro, vieja costumbre por algún duelo, de estatura baja y muy
delgada, en la boca le colgaba un liado de tabaco medio verde que tenía
la braza apagada pero que ella masticaba como si lo disfrutara y escupía
de rato en rato.
Con esta gente hay que guardar los tiempos, así que salude y cuando
pregunto que necesitaba, le explique sobre que estaba casi sin tabaco,
que me habían dicho que ella sabía hacer cigarros bastante buenos, me
miro como dudando un poco, luego me dijo que hacía tiempo no hacía, pero
que teniendo en cuenta que estaba sin tabaco y venia de parte de “la
patrona” me haría unos cuantos, se lo agradecí, y allí nomas me planteo
las necesidades, tenía que conseguir que del galpón de tabaco ya seco
pudiese ir y elegir personalmente las pencas para así seleccionar las
hojas, necesitaba además una botella de caña buena y papel e hilo para
los atados, acordamos eso y el precio que me pareció risible. Me dijo
que en tres días vaya a ver que me tendría algunos para probar.
A los tres días tal como acordamos me acerque a su casa, estaba sentada
en el mismo taco de madera, pero delante había un viejo cajón de frutas
sobre el que tenía colocada una tabla donde liaba los puros, al costado
un alto de hojas ya despalilladas a cuchillo, o sea que cortaba con un
cuchillo filoso las nervaduras y estiraba la hoja ya húmeda hasta
dejarla suave y lisa. Me explico que los mazos de tabaco los desarmaba,
elegía las mejores hojas para la cubierta y el resto quedaría para la
“tripa”, que luego los pasaba por una palangana con agua caliente para
sacar la tierra y bajarle la fuerza, con unas tablas estiraba las hojas
mientras se secaban y allí despalillaba, solo cuando el tabaco estaba
casi seco armaba los cigarros arrollándolos sobre la tabla que se veía
bastante gastada.
En un costado habían algunos puros ya listos, aclaremos que tratándose
de liado de campo, pensé que serían esos normales cigarros que uno
encuentra con forma casi de torpedo y que con suerte y pasando un
alambre suelen llegar a tirar para fumarlos, al contrario los cigarros
eran casi del grueso de un lápiz, y con unos 15 cm de largo, me llamo la
atención así que tome uno y lo prendí seguro que tiraría mal, gran
sorpresa el tiraje era perfecto, me pregunto si estaba a mi gusto y le
conteste que si, así que acordamos que toda la partida de unos cien que
encargue serian de ese tipo.
En el tiempo acordado me entrego los cien, recuerdo que me los puso en
latas de leche nido vacías para que pueda transportarlos bien y no se
sequen.
Cada viaje al campo me convertí en un cliente seguro, llegaba con los
implementos y al poco tiempo retiraba los cigarros por cien, realmente
eran exquisitos.
Una vez le pregunte donde había aprendido y me explico que allí nomas,
que otra mujer que había trabajado para una fábrica de unos gringos le
había enseñado, desde la forma de elegir el tabaco, como prepararlo y
como liarlo, me mostro por ejemplo que pegaba el remate con sabia de
palmera usándola como cola y los diferentes pasos hasta liarlos, como me
faltaba “algo” pregunte “Y dígame señora, la caña en qué momento se
agrega?”, se rio, escupió tabaco al piso y me dijo ” mire la
caña no va en el tabaco, es para mí así con mi edad por las noches
duermo tranquila”.
Durante años fue mi cigarrera y disfrute de sus excelentes cigarros,
luego Dios seguramente se acordó que ya había cumplido su ciclo con unos
casi cien años, nunca más disfrute de esos excelentes habanos.
Noche fresca y abierta en el pago... desde que apareció el lucero un fuego mantenía en ronda a la paisanada. Los perros se rezongaban entre ellos por un espacio cerca a la lumbre y a lo lejos los carau continuaban en su fiesta lamentando la muerte de su madre (ver leyendas).
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
Un chicharrón a las brazas, la pava ennegrecida de ollín... y el crepitar de las llamas... el resto era mero lujos de compañias...
Buenos humos de tabacos criollos y "DON Emilio" (ese "titulo" casi nobiliario que le damos los paisanos a aquellos que consideramos nuestros mayores, y que se han ganado el respeto y la jerarquía de ser llamados de esta forma)... que se acomoda en una silla petizona, apura un cimarrón caliente y bien sebao que le supieron alcanzar y nos deleita con sus historias...
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